Luz, aroma y gusto de mi identidad

Sobre ¿Que es el mexicano? ¿Cómo definir al mexicano? se ha especulado mucho, demasiado diría yo. Tanto desde el extranjero como desde las mismas entrañas de esta tierra. La búsqueda perpetua de la luz que ilumine nuestros rostros nos ha consumido y en un círculo vicioso del cual no sabemos cómo salir, y lo vemos en nuestra vida cotidiana, en los noticieros, en los chistes que la gente elabora para hacer menos pesarosa esta búsqueda. Estamos encerrados a puertas abiertas queriendo salir por el muro contiguo a la enorme puerta que deja entrar la luz, cómo en esas viejas casonas provincianas con enormes puertas que dejan entrar la claridad e iluminan toda la estancia, viejas casonas que encontramos en el cine y en la literatura de nuestra tierra.
Nos hemos dejado convencer de que somos ciegos en el país de la luz, que somos incapaces de reconocer la luz aun cuando nos pega de frente y nos cega. Y nos sorprendemos cómo otros pueblos alzan la cara y buscan la luz y luchan por salir aun cuando los quieren mantener en tinieblas, y nos sorprendemos y en voz baja nos preguntamos ¿hasta cuándo? Y la respuesta se ahoga en la garganta. Y no queremos ver la luz que por todos lados brota y que nos dice quienes somos, y se nos olvida el color, el sabor, el olor de la tierra y ella al igual que nosotros hace oídos sordos y nos grita, ¡Mírame, que sólo así te verás a ti mismo! Y nos regala su luz para saborearla con todos los sentidos. Nos alimenta con todo esto.